Durante los meses de marzo a junio de este presente 2014, la fachada que da al Passeig Comte Guifré de la Capella dels Dolors, en Sant Joan de les Abadesses, restó oculta detrás de una estructura de andamio, impidiendo su visión, pero necesaria para permitir y facilitar los trabajos de conservación y restauración que estuvimos llevando a cabo en los revestimientos ornamentales dañados que la cubrían.
Adyacente al Monasterio de Sant Joan de les Abadesses es donde se encuentra el edificio de la Capella dels Dolors, el cual se presenta revestido en sus fachadas por un conjunto de ornamentaciones varias de estilos barroco y neoclásico, realizadas con la técnica de el esgrafiado tradicional de cal, los cuales fueron proyectados y ejecutados durante la reanudación de las obras de restauración del conjunto monástico, a partir de 1948, y bajo la dirección del arquitecto Raimon Duran y Reynals.
En la fachada que da al Paseo Conde Guifré, sobre un paramento cercano a los 240m2, se va sucediendo con esta técnica todo un repertorio de formas y elementos decorativos de carácter arquitectónico y vegetal, hasta componer un conjunto ornamental equilibrado y armónico, que aporta sobriedad y elegancia a toda la fachada. Así, encontramos representado desde un aparejo de sillería almohadillado, sobre un zócalo que imita un aplacado de piedra, hasta cenefas con motivos vegetales que dividen los cuerpos de la fachada, paneles enmarcados con decoraciones de escamas de pescado y fajas horizontales con decoraciones de enrejado que van llenando los espacios entre aperturas, y representaciones florales y vegetales y de elementos arquitectónicos que enmarcan y destacan las ventanas principales de la fachada.
Si bien la capa de revestimiento esgrafiado de esta fachada presentaba un aspecto bueno y bien cohesionado en sí mismo, la razón pero que motivó el interés por su salvaguarda fue la pérdida de adhesión que padecía respecto a su apoyo. Esta alteración, fruto probablemente de un error de ejecución, fue la responsable de la pérdida de cerca del 40% de la superficie de esgrafiado original, al tiempo en comprometía gravemente la conservación de casi la totalidad que quedaba, debido del gran alcance que tenía el proceso de alteración, tal como se pudo detectar al inicio de los trabajos.
Los trabajos de conservación consistieron principalmente en consolidar y volver a adherir los revestimientos esgrafiados originales a su apoyo mediante la inyección y relleno manual de todas las bolsas detectadas con morteros líquidos específicos de restauración. Fue un proceso meticuloso y muy laborioso donde hubo también enderezar separaciones y bombeos de las capas de esgrafiado de hasta 2'5 cm respecto el apoyo, con la fragilidad que implicaba su manipulación. Paralelamente se realizaron trabajos de limpieza y saneamiento del soporte de las partes perdidas, como actuación previa y necesaria para los trabajos de restauración de las lagunas, ya que había que otorgar un soporte apto que asegurara una buena sujeción a los nuevos esgrafiados que habría realizar para recomponer la lectura original que había ofrecido el conjunto de esgrafiados.
La palabra esgrafiado proviene del italiano sgraffiare, es decir, hacer incisiones o rascar con un utensilio especial llamado grafio. És una técnica ya utilizada desde las civilizaciones más antiguas y que ha ido apareciendo en diferentes épocas sobre todo en la decoración de cerámicas y otros utensilios. Los romanos empezaron a usar esta técnica en la decoración de sus edificios, pero fue sobre todo durante el Renacimiento italiano cuando los temas de la decoración esgrafiada se ampliaron y comenzaron a ocupar los grandes palacios construidos en ese momento. Más tarde, estas manifestaciones se fueron extendiendo y tomaron especial relevancia durante el Modernismo, en Catalunya, período en el que esta técnica se desarrolló con gran esplendor y convertirse en un estilo propio casi exclusivo de este movimiento artístico, con grandes muestras de esta técnica en Barcelona y otras ciudades cercanas.
Sin estar realizados a mediados del siglo pasado, los revestimientos esgrafiados de la Capella de los Dolors tienen su origen más reciente en el Modernismo, con un estilo abarrocado en sus formas representadas, muy propio también de esta corriente artística.
La técnica del esgrafiado constituye todo un oficio: el de estucador, que a pesar de ser bastante desconocido en la actualidad, durante el Modernismo había constituido el Gremio de Estucadores, de gran importancia en la época, donde los conocimientos de la técnica eran muy valorados y sólo se transmitían de padres a hijos. En los tiempos actuales, a pesar de todo este oficio pervive en medio de las líneas rectas e impersonales del diseño actual trazado con tiralíneas, reivindicando desde su vertiente artesanal en el trabajo, desde su respeto hacia los materiales empleados, siendo la cal el centro de todas sus atenciones, y en el máximo cuidado en todos los procesos de trabajo, para obtener unos resultados sorprendentes y espectaculares en muchos casos, deviniendo casi obras de arte, que embellecen edificios y monumentos partes de nuestros pueblos y ciudades.
Para nosotros, el equipo de profesionales que hemos intervenido, ha sido un honor poder recuperar este conjunto, tanto por su belleza como por su historia, pero sobre todo por su valor intrínseco, ya que estos esgrafiados forman parte indisociable de un momento y de una época, irrepetibles, realizados por unos maestros artesanos anónimos que con su trabajo y su saber hacer embellecieron este edificio y esta villa, así como muchas otras, y los que sin duda nos merecen todo nuestro respeto.